miércoles, 18 de noviembre de 2015

Ansiedad insomne

El murmullo de la noche
arrulla el silencio de mi soledad.

Madrugada dilatada
que me arrastra a su profundidad,
temores de ojos insomnes me rodean
y el tiempo se ofusca en esta inmensidad.

El fuego de la vigilia es frío,
se confunde con la brisa
que a mi aturdimiento cobija,
pero que al sueño no quiere entregar.

Es perfecta la serenidad de la noche
para jugar con la vulnerabilidad de mi mente.
¡Con antorcha encendida
la zozobra se hace presente!

¿Cuántas voces multiplicadas en mi cabeza?
¿Cuántos latidos en mi pecho se aceleran?
Contémplome al borde de ese abismo
al que siempre he temido.

Se erigen espirales de irrealidad
que me llevan a laberintos interminables.
La locura es un miedo al miedo
que estalla en mis sesos.
Sé que hay una salida de escape,
pero debo parar de correr
y tomar aire.

Procurando huir
la asfixia se incrementa:
me envuelve, me absorbe,
me minimiza, me descentra,
se roba las luces y los colores,
me aturde, me encadena
a la sombra de un infarto,
a la muerte que me acecha.

El sentido de la lógica se desvanece
con estas imágenes alebrestadas en mi mente.
Delirios que se alzan
atestándolo todo de incoherencias.
  
Vienen las experiencias de crisis pasadas,
me auxilian respirando por mí,
por la corriente me dejan fluir.
No importa, el temor se acalla,
no es hora de morir.

Y siento que la angustia se sosiega,
cual fiera encadenada
que se agota de hacer fuerza.
No pudo escapar,
gruñendo mira la penumbra infinita,
desconoce lo que le enfurecía.

Y se desvanecen las voces,
huyen los demonios
a sus laberínticos cuarteles.
Revuelta acallada,
el miedo decrece,
la cordura se enciende,
me enciende,
y ya amanece.

Aly Davis Pérez
18 de noviembre, 2015

martes, 17 de noviembre de 2015

Retratos de parejas

Se les antoja escudriñar sus sentidos, desnudar sus instintos, jugar con sensaciones entre sudores y gemidos, crepitar entre los estertores de sus orgasmos. Son dos pétalos rociados por el fuego de la pasión.

Sin carbonizarse, juegan entre las flamas adictivas de esa pertenencia en la que mueren y renacen. En cada renacimiento dejan un poco de sí en el otro, la compenetración crece y se van sintiendo cada vez más ajenos al mundo.

Se nutren de la comunicación no verbal, son suficientes las miradas. Saben que su unión es más que la fricción de sus pieles, pero —inconscientemente— proceden de maneras que no entienden y llegan a herirse. Insisten en disculparse, perdonarse, sanarse las heridas en nombre del amor que se profesan.

Con frecuencia consultan las memorias de historias ya vividas, comparan la convivencia con parejas anteriores. Hacen indagaciones entre sus sueños y planes, temen hacerse daño, temen por los celos, temen irrespetar sus espacios, pero cultivan esperanzas y a la costumbre de los afectos siguen aferrándose.

El tiempo que permanecen unidos se extiende en un continuo claroscuro. Con el devenir de los días, el futuro del que hablaban en el pasado los alcanza en el presente de su cotidianidad. Hacerse conscientes de todo lo que han vivido simboliza bases y columnas en las que su relación se ve fortalecida. Por ensayo y error, adquieren noción de las maneras de sanar sus heridas con mayor prontitud, pero el día que se hagan daño, serán heridas muy profundas.

Guardan silencio y se toman de manos, entre tiernas miradas consolidan el deseo de seguir juntos. Un paraguas para ambos los protege de sus propias lluvias. Es un lazo que se extiende a pesar de toda la realidad a la que deben hacer frente, realidad que es compartida por otras tantas parejas que ven por allí cuando van caminando.

Aly Davis Pérez
17 de noviembre, 2015

Imagen: «Two couples» de Leonid Afremov Recuperada el 04/08/17, de: https://medium.com/@rightwithin/beautiful-journey-part-1-e90bc176978a