sábado, 9 de mayo de 2015

Poético atardecer


Las tardes que serán y las que han sido son una sola.
Son un claro cristal, solo y doliente, inaccesible al tiempo y a su olvido.
Jorge Luis Borges

I

El atardecer es la poesía del día,
intensamente romántica
o insoportablemente nostálgica,
es la inspiración de los poetas
besando sus manos;
y los poemas nacen
del amor enamorados,
lamentando ausencias,
aferrados a la vida,
entrañablemente resignados
a la muerte.

II

En la muerte del día,
el arrebol le roba el color a las flores,
la brisa tiene el aroma de un adagio:
será un poético atardecer.
Versa Alfonsina 
que es una tarde hermosa
para espinarse las manos 
y cortarle una rosa.

Una rosa del rosal del amor,
hija de volcanes y cirrus del ocaso;
el sol está detrás de las montañas,
pero aún no es negro el cielo.

Bajo un cielo de cartas 
caminan los amorosos,
Sabines y Chepita pasean 
tomados de las manos,
comiendo uvas y pisando hojas secas.

Hojas secas son los segundos de la ausencia
en un atardecer de extendida espera,
y los minutos vespertinos recitan versos
del poema «Amor de tarde».
El reloj cuenta las horas
oyendo los pasos de la noche,
y Benedetti lo mira a las cuatro,
a las cinco, a las seis...
esperando una sorpresa.

Una sorpresa es el derroche del cielo
donde nadie puede hacer nada
en esta metamorfosis enmudecida.
Neruda contempla este silente atardecer
que cae y cae sobre los tejados
con sus alas de ave.

Alas de ave parsimoniosas
en un vuelo afable que cesa en los nidos,
la rima alegre del día se torna melancólica
y los hombros cargan su cansancio.

Para Darío es una tarde gris y triste,
el mar viste de terciopelo
y el cielo profundo se viste de duelo.

Vestida de duelo se anunciará la noche
en esta tarde que es el prólogo de la oscuridad,
en esta tarde que es una mañana vieja,
pero con sabia destreza.

Sabia destreza es la de Borges,
resaltando la dramática altercación de la tarde
como conflicto de la visualidad y de la sombra,
un retorcerse y un salirse de quicio de lo visible.

Tan visible como la dualidad que somos,
las horas crepusculares nos reflejan
en una fusión de opuestos,
dicotomía de soles y lunas,
lo blanco, lo negro...

Dicotómico momento
cuando Gabriela observa
que su vida huye callada
y dulce como la gacela,
así como este poético atardecer
que se esconde por el oeste.

III

Por el oeste se desvanece el astro rey,
entre eyaculaciones crepusculares
anuncia llevarse la claridad.
El arrebol parece una esperanza
plasmada en la espalda del cielo,
presagiando que la oscuridad
traerá otro poético momento
en el bucle de la eternidad
que nos obsequia el cielo.

Aly Davis Pérez
9 de mayo, 2015
Imagen: «El arrebol del crepúsculo» de Jaime Pinto (2017). Recuperada el 09/05/18, de: http://www.colarte.com/colarte/foto.asp?ver=1&idfoto=372307

REERENCIAS
  1. Alfonsina Storni: «Capricho 2».
  2. Jaime Sabines: «Otra carta» y «Te quiero».
  3. Mario Benedetti: «Amor de tarde».
  4. Pablo Neruda: «La tarde sobre los tejados».
  5. Ruben Darío: «Tarde del trópico».
  6. Jorge Luis Borges: «La tarde» y «Atardecer».
  7. Gabriela Mistal: «Atardecer».