Algunos juegan con cartones viejos que huelen a mierda de
perro, otros ríen sin parar y crean automóviles de juguetes con la voluta
tóxica que exhalan, ellos dicen que son Hot Wheels, y siguen riendo. La gente
los ignora, son parte del paisaje, lo normal en ciudades insensibilizadas. Me sorprende que, a pesar de la situación de exclusión y vulnerabilidad
en la que viven, aún tengan fragmentos de luz en la imaginación, dando muestra
de esa inocente magia que tiene la infancia.
Aly Davis Pérez